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La tragedia del accidente de los Andes que aunó canibalismo y amor sigue viva

J. A. Bayona, en la réplica del fuselaje del Fairchild durante el rodaje en Sierra Nevada de 'La sociedad de la nieve'. Foto: QUIM VIVES (NETFLIX) | Vídeo: EPV

La reedición del libro ‘La sociedad de la nieve’, de Pablo Vierci, y el rodaje de la película homónima de Juan Antonio Bayona para Netflix recuerdan una historia de supervivencia más allá de los límites humanos, de cuyo final se cumplen hoy 50 años

Hoy, al caer la tarde en el recién iniciado verano austral, los 15 supervivientes —el decimosexto, Javier Methol, falleció en 2015— del trágico accidente de aviación en un glaciar en las profundidades de los Andes y sus familiares, incluidos los descendientes de Methol, se reunirán como cada 22 de diciembre. Uno de ellos, Roberto Canessa, que junto a Nando Parrado logró salir de las montañas para encontrar ayuda, construyó en su casa en Montevideo una inmensa sala como lugar de encuentro del grupo. Serán unas 150 personas, y este diciembre no celebrarán un aniversario cualquiera: se cumplen 50 años, medio siglo, desde que fueran rescatados de la sierra de San Hilario. La reedición de libro La sociedad de la nieve (Editorial Alrevés), de Pablo Vierci, y el final del rodaje de la película homónima que prepara Juan Antonio Bayona para Netflix subrayan ese feliz acontecimiento, en el que un grupo de personas sobrevivió contra una miriada de desgracias e imponderables. Sin comida, a temperaturas bajo cero, dados por muertos. Aun así, lograron lo imposible.

J. A. Bayona, en la réplica del fuselaje del Fairchild durante el rodaje en Sierra Nevada de ‘La sociedad de la nieve’. Foto: QUIM VIVES (NETFLIX)

Las voces del milagro de la tragedia de los Andes

El viernes 13 de octubre de 1972, el copiloto del Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea Uruguaya, usado para un vuelo chárter, pensó que estaba cerca de Curicó (Chile), desde donde viraría y encararía el aeropuerto de Santiago. Las nubes le confundieron, y en realidad volaba 70 kilómetros atrás, por lo que el avión se estrelló en la cordillera de los Andes. A bordo, había cinco tripulantes y 40 pasajeros: 19 miembros del equipo de rugby Old Christians Club, y familiares, simpatizantes y amigos. En el accidente fallecieron tres tripulantes y 10 pasajeros. La primera noche, por los 30 grados bajo cero y las heridas, murieron cuatro más. El décimo día, por un alud que sepultó los restos del fuselaje, fallecieron, asfixiados, ocho más. Y otros cuatro murieron por sus heridas en diversos momentos de los 72 días aislados en uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra.

Rodaje en Borreguiles, a 3.000 metros de altura, en Sierra Nevada, de ‘La sociedad de la nieve’.

En el brutal choque con las cumbres, el avión se partió en dos y la cola, con sus pasajeros (todos fallecieron), acabó a centenares de metros. Al caer, el resto del fuselaje rebotó en el Valle de las Lágrimas en una inclinación adecuada como para que no se desintegrara. Ese fue uno de los pocos momentos de suerte que disfrutaron los accidentados. Los 16 que lograron salir de los Andes sufrieron todo tipo de tribulaciones, incluso tuvieron que recurrir a la necrofagia, alimentándose de los restos de sus amigos y compañeros fallecidos.

De aquella terrible experiencia han nacido varios libros y cuatro películas, entre ellas una de Hollywood, ¡Viven! (1993), de Frank Marshall. Pero solo el escritor Pablo Vierci logró hablar con los 16 supervivientes para conformar La sociedad de la nieve (2008): el autor había ido al colegio con varias de las víctimas, en el accidente falleció su mejor amigo. El libro, prodigioso, incrusta las confesiones en primera persona de los 16 en los capítulos pares, mientras que en los impares relata cronológicamente los acontecimientos.

En este 2022 la nueva edición añade otras conversaciones, y una carta, la que Juan Antonio Bayona envió en mayo de 2011 a víctimas y familiares, explicando que documentándose para Lo imposible, su película sobre el tsunami que arrasó el sudeste asiático en 2004, había leído La sociedad de la nieve. Más aún, el título de Lo imposible sale del libro de Vierci. En aquel texto, Bayona explicó su intención de hacer una película, porque “al cerrar el libro tuve la sensación de que no conocía realmente la historia […], que lo leído o visto anteriormente era la punta de iceberg […] y que su viaje debería ser contado en la gran pantalla […]. No hay mejor motivación para hacer la película que hablar de la dignidad a la que Roberto Canessa se refiere cuando habla de ‘la chance de vivir la vida de aquellos que no tuvieron la oportunidad de hacerlo”. Según el cineasta y Vierci, “si ¡Viven! cuenta lo que pasó, La sociedad de la nieve habla de lo que les pasó”. El matiz es fundamental.


Los supervivientes saludan, el 21 de diciembre de 1972, primer día del rescate, a los helicópteros que vienen a por ellos. CORTESÍA DE EDITORIAL ALREVÉS (FOTOGRAFÍA DE ‘EL PAÍS’, URUGUAY)

El pasado 10 de enero comenzó en Sierra Nevada (Granada) el rodaje de La sociedad de la nieve, que acabó a inicios de diciembre en los estudios de Netflix en Tres Cantos (Madrid), donde se filmó meticulosamente el momento del accidente. Entre medias, 140 jornadas de trabajo marcadas además por los protocolos anticovid. Meses atrás, en octubre de 2021, antes de que los actores, uruguayos y argentinos, viajaran a Barcelona a los ensayos, se reunieron con los supervivientes a las afueras de Montevideo. Vierci recuerda aquel encuentro: “Miraras donde miraras, había escenas sobrecogedoras, con supervivientes llamando a los actores que les encarnaban por sus propios nombres”.

Si ‘¡Viven!’ cuenta lo que pasó, ‘La sociedad de la nieve’ habla de lo que les pasó”

En Granada se montaron tres fuselajes, que posteriormente se trasladaron a Madrid, con lo que Bayona ha llegado a dirigir, simultáneamente, tres unidades desde su puesto de control. Netflix confía en La sociedad de la nieve, y será una de sus apuestas para la temporada de premios de 2023, en cuyo segundo semestre se estrenará el filme, una reconstrucción minuciosa en lo material y en lo humano de lo ocurrido. No solo se ha rodado además en los Andes (agosto de 2021) y Montevideo, sino que Bayona ha subido en dos ocasiones al Valle de las Lágrimas.

Foto realizada la primera noche del rescate, en el fuselaje del avión el 21 de diciembre de 1972. CORTESÍA DE EDITORIAL ALREVÉS (FOTOGRAFÍA DE ‘EL PAÍS’, URUGUAY)

El pasado lunes, por videollamada desde Montevideo, Vierci explicaba: “Jota [Bayona] logró con aquella carta la confianza, porque él es el último eslabón de una historia coral. En Instagram ayer escribió una frase de Spielberg: ‘Si alguien conecta con lo más profundo de uno, está conectando con todo el mundo’. A los supervivientes les da tranquilidad que va a llegar a capas y capas de profundidad del ser humano. Y sí, será una película compleja, porque son muchos personajes y cada uno vivió su propio proceso”. Hay que abarcar a los vivos y a los muertos. “Es una obra en la cornisa, no solo de los Andes, sino la de la vida y la muerte, la de la realidad y la irrealidad, lo que somos y lo que queremos ser. Jota aporta honestidad emocional”.

El escritor, que ha escrito solo o con Canessa varias veces sobre el accidente y sus consecuencias, también ascendió a los Andes y llegó a 3.500 metros de altura hasta el Valle de las Lágrimas, entre los volcanes Tinguiririca y Sosneado. “Jota me preguntó en Granada si palpaba en ese rodaje la soledad, el abandono. Es imposible sentirse como ellos, que se enteraron cuando repararon una pequeña radio que ya no les buscaban porque les dieron por muertos, y que no sabían si alguno podrían salir con vida. Estaban solos en el cosmos, abandonados por el universo”. En su afán por dar verosimilitud al dolor, Bayona ha reclutado a una hornada de jóvenes actores uruguayos y argentinos, que perdieron peso para algunos momentos de reconstrucción de los hechos, cuando los accidentados perdieron hasta 35 kilos de peso.

Pacto de entrega mutua

Para Vierci, aquel pacto de la sociedad de la nieve no solo lo conformaron los 16 que salieron, sino los fallecidos que estuvieron “en parte de aquella cuenta regresiva”. “Recuerda que hay tres cartas de ellos. O piensa en Numa Turcatti, que se vació en ayudar y que fallece el 11 de diciembre, el día antes de que parta la expedición final. Sobrevivir a cualquier costo conlleva saber cuánto vas a pagar o, como dice Canessa: ‘¿Cuánto tengo que humillarme?’. Ellos hicieron un pacto de entrega mutua. Pero las cartas póstumas son fundamentales para entenderles, ya que están sin racionalizar, en crudo. Con una mezcla de realidad e irrealidad, como confirma el texto de Gustavo Nicolich: ‘Estamos muy bien. Acaba de morir la hermana de Nando”.


En enero de 1973, militares uruguayos y miembros del Cuerpo de Socorro Andino de Chile subieron al Valle de las Lágrimas a enterrar los cuerpos y quemar el fuselaje. Antes, hicieron algunas fotos como esta. CORTESÍA DE EDITORIAL ALREVÉS (FOTOGRAFÍA: FUERZA AÉREA URUGUAYA)

Eso alcanza a la necrofagia. “En aquel momento, el concepto de donación de órganos estaba en sus inicios. Hoy los uruguayos, por defecto, somos donantes universales. Lo que hacen es disruptivo. Ellos cuentan que cuando entendieron que la necrofagia era la única solución pasó a ser algo natural”. En su momento, no se entendió. Las primeras confesiones y las fotos iniciales en las que se veían piernas y restos de huesos junto al accidente provocaron rechazo en parte del mundo. “Yo tenía 22 años, y a mí me pareció normal”, recuerda Vierci. “Fue una manera de ganar tiempo a la muerte. El pacto de entrega mutua queda incluso reflejado por escrito en la carta de Nicolich a su novia y a su familia: ‘Si un día yo llegara a entregar mi cuerpo, gustoso lo haría’. Se convierten en una rueda en la que a la vez son combustible y sobrevivientes”.

El arriero Sergio Catalán, junto a Nando Parrado y Roberto Canessa en Los Maitenes (Chile), en su primera foto. CORTESÍA DE EDITORIAL ALREVÉS (FOTOGRAFÍA ‘EL PAÍS’ URUGUAY).

Según Vierci, la pandemia ha inducido una relectura de aquella tragedia. “La covid ha provocado un accidente global; el choque de los Andes lo sufrieron solo 45 personas. Pero ambos son desmesurados, obligan a nuevos pactos, a ser contraintuitivos sobre lo aprendido, a entender que en el centro del universo están la compasión y la concordia. La pandemia nos ha sensibilizado ante historias así”. Por eso, subraya, “en ambos casos, en el corazón está la misericordia, donde el herido es la prioridad. Y no es por buenismo, sino que, como cuentan los supervivientes, cuando llegas al fondo, al hombre desnudo, está ese ser bueno. Por eso, ellos siempre aseguran: ‘Nunca fuimos mejores personas que en los Andes’. E incluso sienten nostalgia. Porque en mitad de la tragedia, con sus amigos muriéndose, hablan, pactan estrategias, deciden el rumbo y cuidan siempre a los heridos”. ¿No tenían techo? “No, por pura inconsciencia, porque de joven te sientes inmortal, porque como uruguayos no conocían de la magnitud de los Andes”.

Contra todo, salieron 16. Cuando el padre de Álvaro Mangino, que vuela a Santiago sin saber si está vivo, oye en el aeropuerto la lista, grita: “¡Está vivo, carajo!”. Vierci llega más lejos: “Nunca debemos y no podremos olvidarles. Ni a ellos ni a una historia que no tiene verdades concluyentes”.

El País
Gregorio Belinchón
Madrid, España / México
Jueves 22 de diciembre de 2022.

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