Opinión

La mosquita Anaya

Raymundo Riva Palacio

En esta entrega de hace 4 años, Raymundo Riva Palacio nos recuerda y pone en claro quién es Ricardo Anaya y a qué intereses responde. (P@M)

1ER. TIEMPO: Morir a periodicazos. Un par de buenos trabajos periodísticos en El Universal, dejaron turulato, como pugilista, a Ricardo Anaya. Le encontraron que a la par que iba ascendiendo dentro del gobierno de Querétaro, cuando era un joven veinteañero, junto con su familia política fue aprovechando expropiaciones para ir armando un jugoso negocio de bienes raíces –comprar barato y vender caro- que al paso de tres lustros les había permitido acumular una fortuna de más de 300 millones de pesos. Anaya dijo que era mentira todo lo publicado, pero no siguió abonando en su defensa. Buscó que empresarios queretanos hablaran por él y su suegro, los objetivos centrales de El Universal, pero la prensa le hizo poco eco. El equipo de comunicación del líder nacional del PAN corrió a los medios para conseguirle espacios para su defensa política, pero recibieron de manera sistemática una respuesta negativa. A los medios no les interesó hablar con Anaya y dejar que siguiera defendiéndose en unos cuantos espacios que se mantuvieron abiertos. La explicación es bastante simple. Durante toda su gestión como líder del PAN, Anaya siempre despreció al grueso de los medios y a los comunicadores. Sólo daba entrevistas en muy pocos espacios y únicamente cuando a él le interesaba hablar por una coyuntura específica. Ni siquiera a aquellos que eran privilegiados con su presencia, trató con profesionalismo. Siempre era lo que a él le interesaba; nunca el interés de la prensa por obtener su posición en momentos donde escucharlo, verlo y leerlo era importante al debate público. La mayoría, que no eran dignos de su voz y pensamiento, el desdén fue la norma. Parafraseando a Ricardo Salinas, presidente de Grupo Azteca, los políticos se olvidan que cuando ellos terminan de estar en la palestra, los medios permanecen. Anaya nunca debe haber escuchado la frase de Salinas, que es una verdad histórica para aquellos políticos que la hacen a un lado. Anaya, que oscila rápidamente entre lo temeroso, nervioso e histérico, no encuentra quien le abra la puerta. Justicia poética. Al joven petulante se le trata con el mismo rasero. A muy pocos en los medios les importa su suerte. Apesta el líder del PAN desde hace rato, aunque no se haya dado cuenta.

SELLO 66    2

2DO. TIEMPO: ¡Es complot, Jacobo, es complot! ¿Es posible que el gobierno federal, como acusa Ricardo Anaya, se encuentre detrás de las publicaciones de El Universal sobre la fortuna acumulada de él y su familia en sintonía con sus cargos en el gobierno de Querétaro y la política nacional? Sí es posible. La reciente historia de los videos de Eva Cadena para lastimar a Andrés Manuel López Obrador y la candidata al gobierno del estado de México, Delfina Gómez con sospechas de corrupción o los chats de Kate del Castillo y Joaquín El Chapo Guzmán para apuntalar mediáticamente el caso contra la actriz, permite elaborar un argumento en ese sentido. Pero no basta un complot como grita el presidente del PAN. Si fuera una simple conspiración, ya se habría caído ante la falta de sustancia que pruebe su dicho. Para que haya sido tan sólido el golpe que le dio El Universal a través de sus investigaciones, es porque su trabajo debe tener muchas bases para haberlo descolocado. Gritón, casi llorando, como lo describió el presidente del PRI, Enrique Ochoa, el dirigente panista enfiló sus críticas y denuncias a El Universal, que bien hizo en responderle con más revelaciones sobre su extraña riqueza —no porque no pueda ser un precoz genio de los negocios, sino por la opaca forma como la amasó— y empezó a insultar a todos los priistas e insistir que era el gobierno federal quien había utilizado a El Universal para lastimarlo, porque era la forma como respondía a su interés por evitar el pase automático del procurador general a fiscal general. Anaya miente. La ley que permite ese pase automático fue aprobada por la Cámara de Diputados, cuando él fue uno de los diputados a quien no sólo le pareció bien el fraseo del artículo, sino la suscribió. Nunca fue un opositor del diseño institucional, sino que lo avaló. Eso no debe ser el fondo de las cosas. Anaya estaba desenfrenado hasta que hace unos días el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong lo paró en seco: en lugar de andar buscando culpable, que ofrezca explicaciones. El líder del PAN dejó de comer lumbre, pero un poco tarde. El tiro de gracia político se lo dio el PRI al terminar la semana, cuando impulsó como presidente del Senado, un cargo que iba a ostentar, a Ernesto Cordero, quizás el panista más ubicado en las antípodas de Anaya. Si quería jugar en las ligas mayores, debió entrenar para evitar que lo ponchen todos los días.

3ER. TIEMPO: Le cobraron las facturas. ¿Por qué el presidente Enrique Peña Nieto querría atacar a Ricardo Anaya? ¿Por qué el gobierno federal querría atacarlo? ¿Quién le quiere cobrar facturas políticas al dirigente nacional del PAN? ¿Por qué? Quizás, puede uno pensar que por las mismas razones que quisieran cobrarle cuentas tanto su inventor en la política, Rafael Moreno Valle, su gran impulsor dentro del PAN, Gustavo Madero o panistas de todo tipo como el gobernador de Querétaro, la tierra de Anaya, Francisco Domínguez: por mentiroso y por traidor. Hace no mucho un periodista le preguntó a Margarita Zavala si alguna vez la había traicionado Anaya. Respondió que no, pero con una acotación: “Es que nunca he tratado nada con él”. Ese es el problema creciente con Anaya, que cada vez es reconocido como alguien en quien no se puede confiar porque acuerdo que concreta, acuerdo que traiciona. Al final de las elecciones en el estado de México, el propio presidente Peña Nieto llegó a comentar a sus interlocutores que Anaya le había mentido y que acuerdos a los que había llegado con él, los había incumplido. ¿Es la razón de lo publicado en El Universal? A saber. Antes de que apareciera la investigación del periódico, Anaya buscó reiteradamente una cita con el Presidente, pero nunca se la dieron. En política, lo más valioso que tiene quien la práctica es la palabra y el respeto a los compromisos. Anaya juega con esos principios. No es un hombre de escrúpulos, probado está. No es un político serio, comprobado lo tienen muchos. Es mentiroso y tramposo, calificativos que en su caso se están volviendo en lugares comunes. Llora hoy por lo que El Universal le hizo. Que lo haga solo, porque así se está quedando. (Miércoles 6 de septiembre de 2017)

Eje Central
Raymundo Riva Palacio
Ciudad de México.
Domingo 7 de febrero de 2021.

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