El ministro en retiro confronta las críticas sobre su cercanía con el Gobierno y sostiene que la mayoría de los jueces del Supremo responde a la derecha, la oligarquía y al ‘PRIAN’
El ministro en retiro Arturo Zaldívar (Querétaro, 64 años) presume de tener la piel gruesa, resistente a las críticas y descalificaciones. Sus detractores lo acusaban de pragmático y le reprochaban su cercanía con el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Las dudas quedaron despejadas hace dos meses, cuando el juez renunció a la Suprema Corte de Justicia, tras una carrera de 14 años y una presidencia de cuatro, para sumarse al equipo de asesores de Claudia Sheinbaum, la abanderada presidencial de Morena. La decisión le valió duros señalamientos, principalmente desde la judicatura y la academia. Zaldívar asegura que se trata de un grupo de élite minoritario, en comparación con la gente común y corriente que lo ve en la calle y le muestra su aprecio.
Zaldívar se afianza en que la neutralidad del juez no existe y que todos los ministros interpretan la Constitución partiendo de una ideología. Él establece su propia militancia en el proyecto político de López Obrador y de Sheinbaum, donde, dice, los pobres se colocan en el centro de la impartición de justicia. En contraste, afirma que la gran mayoría de sus excolegas ha conformado en la Corte un bloque opositor que responde a los intereses del conservadurismo, la derecha, la oligarquía, las corporaciones y el prianismo (término acuñado por López Obrador para describir el gatopardismo del PRI y el PAN). Es la primera vez que Zaldívar expresa públicamente y con toda franqueza su opinión sobre sus excompañeros del Supremo y sobre la actual presidenta, Norma Piña, en una entrevista en su despacho, al sur de Ciudad de México.
Sheinbaum le ha encargado diseñar una propuesta para reformar el Poder Judicial, que contempla la polémica posibilidad de echar a todos los ministros de la Corte y reemplazarlos por unos nuevos jueces elegidos por votación popular. Zaldívar, que no escatima en sus elogios a Sheinbaum, tiene en su oficina fotos y peluches de la candidata morenista y de López Obrador, que comparten lugar en una misma vitrina con muñecos, tazas y friendship bracelets (pulseras de la amistad) alusivos a Taylor Swift, otro de sus grandes referentes culturales y políticos.
Pregunta. ¿Cómo evalúa al Poder Judicial, a un año de que dejó la presidencia de la Corte?
Respuesta. Todavía no es el momento para que yo exprese un balance y una opinión. No quiero que se utilice de manera inadecuada lo que yo exprese. Simplemente manifiesto mi respeto a la gestión que se ha venido haciendo. Debo ser prudente en este momento.
P. A usted se le señaló mucho por su “falta de independencia”. ¿Qué opina de esas críticas?
R. Son absolutamente infundadas y la mayoría de ellas malintencionadas. No hay una sola decisión mía que avale una falta de independencia. Allí están mis votos y los argumentos que sustentaron mis votos a lo largo de 14 años en la Corte. Siempre actué con la misma congruencia. Que llevo una relación cordial con el presidente, es cierto; una relación institucional, de respeto, de confianza e incluso de afecto. Pero también es cierto que todos los presidentes de la Corte anteriores a mí llevaron una relación incluso más cercana con los presidentes de la República y ahí no se les criticó nunca. ¿Por qué? Porque poder político, poder económico, poder mediático y el Poder Judicial estaban del mismo lado. ¿Cuándo la Corte, antes de mi presidencia, había invalidado una política esencial de Estado de algún presidente de la República? Nunca. ¿Por qué entonces no decían que la Corte no era independiente? ¿Por qué no se criticaba que la Corte estuviera perfectamente alineada a los intereses del prianismo? Porque estaban todos del mismo lado. Cuando yo fui presidente de la Corte, se invalidaron varias leyes muy importantes de este Gobierno, y los jueces tomaron muchas decisiones en contra de este Gobierno.
Esta idea de que el Poder Judicial tiene que ser casi la oposición al gobierno, y de que su independencia existe cuando resuelve contra el gobierno y cuando resuelve a favor ya no es independiente, es absolutamente absurda. En ningún país del mundo la independencia de los tribunales constitucionales se analiza en atención a cuántos asuntos votan a favor o en contra del gobierno. A mí me han criticado mis votos, nunca mis argumentos. “Ah, es que votó a favor”. ¿Dónde están mis argumentos? Y, además, yo no voté a favor todo del gobierno. En asuntos muy importantes voté en otro sentido, porque así era mi convicción. Yo no voté distinto cuando cambió el gobierno; yo no votaba de una manera cuando estaba el PRI o el PAN, y de otra manera distinta cuando está Morena; yo voté igual los 14 años, con los mismos criterios y principios. No creo que quienes me critican pudieran decir lo mismo.
P. ¿Los actuales integrantes de la Suprema Corte son realmente independientes?
R. Pues habría que ver sus votos. A mí me llama mucho la atención que se critica: “Es que había tres ministros que siempre votaban a favor del Gobierno”. Pero nadie dice que hay siete ministros que todo lo votan en contra del Gobierno, todo. ¿Ahí no hay una falta de independencia? ¿A ellos no se les puede cuestionar que siempre voten a favor de los intereses de la oposición, de la oligarquía, de los poderes fácticos, de los poderes empresariales? ¿O nada más la independencia es en relación con el presidente? No, la independencia es en relación con los poderes institucionalizados, pero también con los poderes fácticos, con los partidos políticos, con los poderes mediáticos. Y esta reflexión nunca se hace.
Algo muy importante es que nunca se analizan los argumentos y la contradicción de los argumentos. Pongo un ejemplo: la Corte, durante más de 20 años, había sido muy deferente en el proceso legislativo; para que un procedimiento legislativo se anulara, tenía que haber realmente razones muy fuertes, muy severas, que impidieran el debate y la deliberación democrática. A partir de que llega López Obrador, se empiezan a hacer cada vez más rígidos los criterios y hoy prácticamente se invalida cualquier proceso legislativo. ¿Por qué la Corte y algunos ministros en lo individual votaban de una manera antes y ahora de otra? ¿Por qué la Corte cambió sus criterios de más de 20 años cuando cambió un gobierno, cuando cambió la ideología y la orientación de un gobierno? Estas preguntas también deberían de hacerse, y creo que mis compañeros en algún momento deberían de responderlas, porque a ellos nunca se les exige que aclaren nada. Así como se me cuestiona a mí, se les debería cuestionar a ellos también.
Arturo Zaldívar durante la entrevista. AGGI GARDUÑO
P. ¿Cree que la Corte se convirtió en el “Supremo poder conservador”, como dice López Obrador?
P. Se ha convertido en un poder que tiene visos de estar alineado a la oposición del Gobierno en turno. Me parece que es muy claro. Basta ver las decisiones.
P. La respuesta de la opinión pública a su decisión de unirse al proyecto de Sheinbaum fue muy dura. ¿Valió la pena pagar este costo?
R. La respuesta de cierta parte de la opinión pública fue muy dura. De la derecha, de la oposición, de los columnistas tradicionales. Habrá que preguntarle a la gente si tiene la misma opinión que tienen los comentócratas, los columnistas, los tuiteros. Es una parte de la opinión pública, que por cierto es minoritaria. Ese grupo que se opone al cambio, que quiere que volvamos al pasado, es minoritario y así quedará demostrado, espero. Segundo, a mí nunca me ha afectado ni me ha importado el costo político y mediático que pago por las decisiones que tomo. Realmente ha habido decisiones mucho más fuertes, como fue establecer la responsabilidad de altos funcionarios del Gobierno de Felipe Calderón en el caso de la guardería ABC, o como fue proponer la libertad de Florence Cassez. Esos sí fueron temas donde hubo costos personales muy fuertes en un Gobierno que decía que respetaba el Estado de Derecho y nunca lo respetó.
El supuesto costo político de la decisión que tomé, lo que cierto sector de la opinión pública opine, no me preocupa. Sabía que eso iba a suceder, pero uno no puede estar actuando con base en esos cálculos. Yo creo que hice lo correcto. Creo que puedo servir mejor a México donde estoy hoy que donde estaba. Y creo que es más importante en este momento impulsar el segundo piso de la transformación y apoyar en lo que yo pueda para que Sheinbaum sea presidenta, que un año más en la Corte, con una Corte que está claramente dominada por un grupo que ideológicamente no es compatible con mi visión constitucional y de país.
P. ¿Diría que es un grupo conservador?
R. Pues es un grupo opositor al Gobierno y obviamente aliado a las causas conservadoras. Si por conservador entendemos el prianismo, la derecha, la oligarquía que gobernó México durante tantos años, pues es claro que la mayoría ahorita en la Corte está más alineada a esa visión de país.
P. ¿Cuál es el estado actual de la justicia?
R. En México sigue siendo una justicia elitista; que privilegia a quienes más tienen frente a los que no tienen; que en materia penal tiene nuestras prisiones llenas de inocentes sin sentencia; que en materia familiar hay una violencia vicaria en contra de las mujeres muy severa, y que no hemos logrado un pleno acceso a la justicia. Es una agenda pendiente que tenemos que cambiar. Requerimos una reforma integral de la justicia federal y local, de las fiscalías, de los métodos alternativos de resolución de controversias, de la justicia familiar, de la justicia cívica, de la justicia penitenciaria.
P. ¿Los jueces son corruptos, como dice el presidente?
R. Yo creo que hay jueces corruptos y no corruptos. En el Poder Judicial federal yo puedo decir que la inmensa mayoría de las personas juzgadoras son honestas, honorables, trabajadoras, pero también hay corrupción. Nosotros la combatimos intensamente durante cuatro años. Pero de que existe, existe; es absurdo negarlo.
P. López Obrador sostiene que cuando inició la presidencia de Norma Piña se desató la corrupción de los jueces.
R. Yo lo que podría decir es que los controles que nosotros llevamos ya no se llevan en este momento.
P. ¿Qué opina de la iniciativa del presidente de que se vote por todos los jueces?
R. Debemos hacer nuestro análisis en los diálogos que estamos iniciando con víctimas de los errores de la justicia, y también con expertos, fiscales, defensores públicos, presidentes de tribunales, acerca de cuál es el sentir sobre esta reforma. Nuestra precandidata ha sido muy enfática en que está a favor de la elección de ministros de la Corte. Ahora bien: ¿qué tipo de elección? Se tiene que abrir a debate. No hay cosas intocables. Si las instituciones no se tocaran, estaríamos en la Edad Media o en la Edad de Piedra. La elección de jueces y ministros se tiene que analizar, porque también depende de qué tipo de elección. Cuando el presidente hizo la propuesta de reforma constitucional electoral, él propuso que los integrantes del INE y los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral se eligieran a partir de 10 candidatos del presidente, 10 del Senado y 10 de diputados. Entonces es elección, pero con un filtro, es una elección que ya te garantiza ciertos perfiles.
Lo que no creo que se vaya a plantear, pero no lo sé porque no conozco la iniciativa del presidente, es que pudiera ser una elección donde pudiera anotarse cualquiera, porque entonces me parece que sería muy complicada, y además quizás ahí se podrían afectar perfiles. Yo estoy en la idea de avanzar hacia un sistema donde pudiera llegarse a una elección por lo menos de ministros, magistrados de la Sala Superior y consejeros de la Judicatura Federal. Habrá que analizar si conviene o no que todos los demás jueces y magistrados sean también sujetos a algún proceso de elección, o ellos seguir con los concursos de oposición de la carrera judicial.
P. ¿Elegir a los jueces por voto directo mejora la impartición de justicia?
R. No hay ningún sistema que por sí mismo mejore la impartición de justicia. Se critica mucho esta propuesta porque se dice que entonces ya los jueces van a perder su especialidad, su profesionalidad, su independencia. Realmente ningún sistema en el mundo ha garantizado que los nombramientos de jueces constitucionales no se partidice o no responda al final a ciertos intereses. No hay un sistema ideal, lo que se está buscando es uno diferente para ver si nos garantiza que tengamos el perfil de jueces constitucionales que requiere una democracia como la nuestra.
Hay muchos tribunales constitucionales o cortes supremas que no funcionan con el nombramiento tradicional, que se han partidizado o que se han amafiado o que han venido fallando en contra del pueblo. Es decir, la justicia constitucional en el mundo está en crisis. Esto no es un asunto menor, es una discusión académica y práctica de política pública muy importante. Todos los sistemas pueden tener sus pros y contras. Al final, depende de quiénes son los que intervienen en el nombramiento y cuál es la ética pública. Y es totalmente lógico que los actores políticos que participan en un proceso de selección de un juez constitucional busquen a alguien afín a su ideología; sería absurdo pensar que fuera diferente, que un presidente busque poner un ministro que sea contrario a la manera como ve el mundo. Esto es totalmente normal. Tampoco nos debemos de escandalizar.
P. ¿Se deben ir todos los actuales ministros, como sucedió con la reforma de 1994?
R. Yo creo que el debate no es tanto si se quedan o no se quedan los ministros, sino qué Corte y qué perfil de jueces constitucionales requerimos. Si la conformación actual realmente es la más adecuada para este momento, o es una conformación que se quedó muy anclada con intereses del pasado. Nosotros hicimos una reforma muy importante al Poder Judicial federal, pero no era una reforma a la justicia: requería ser complementada para consolidarse con un liderazgo que tuviera la misma visión. Cuando este liderazgo no tiene la misma visión, obviamente la reforma no produce los resultados que se esperaban de ella, porque faltó tiempo para su consolidación definitiva.
P. ¿Es lo que está pasando?
R. Es lo que está pasando en este momento.
P. ¿Y qué Corte se requiere?
R. Se requiere una Corte cercana a la gente, donde los ministros sean sensibles al dolor humano, que tengan sensibilidad social, sensibilidad humana, que los asuntos no sean expedientes. Una Corte que comunique mejor, que la sociedad entienda por qué se tomó esta o esa otra determinación. Una Corte que esté claramente vinculada a los derechos y principios que están en la Constitución, que son, por un lado, sí, los derechos humanos, pero también son los derechos sociales y los que tienen que ver con un país más justo, más igualitario, donde se voltea a ver a los más pobres, a los más desprotegidos.
P. ¿Actualmente hay una Corte capturada?
R. Yo no quiero usar el término capturada. Pero sí es una Corte que claramente, si vemos sus decisiones, ha estado más vinculada o más inclinada a una visión de país y de Estado del pasado, del prianismo, de la oligarquía, de los intereses económicos y de la oposición. No lo estoy diciendo en ningún sentido peyorativo ni de descalificación, simplemente es analizar cuál ha sido la visión de la Corte en estos años en relación con el constitucionalismo mexicano. ¿Ha sido una visión de un constitucionalismo transformador, que busque realmente llevar esos valores constitucionales de justicia social a la gente? ¿O ha sido una Corte más vinculada a proteger los intereses o a los grupos que fueron favorecidos durante el régimen pasado?
Yo creo que eso es lo que habría que analizar y que no se ha hecho hasta este momento. Porque se dice: “La Corte no tiene más compromiso que con la Constitución”. Sí, nada más que la Constitución se interpreta. Pequeño detalle. Si la Constitución fuera autoevidente, no requeriríamos tribunales constitucionales. ¿Quién dice qué es la Constitución? Es lo que la Corte dice que es. Entonces, no nos engañemos. No tratemos de verle la cara a la gente. El compromiso de un juez constitucional es interpretar la Constitución. ¿A la luz de qué valores, de qué principios? ¿De la justicia social, de los derechos de los más pobres, de las mujeres? ¿O interpretarla para que se conserve el status quo y defendamos a las empresas, a los grupos de oposición, a quienes perdieron en las urnas y quieren ahora recuperar lo que perdieron a través de decisiones de la Corte? En los métodos interpretativos subyace, queramos o no, una visión del juez de la realidad, de la Constitución, del Derecho, una ideología. Los jueces no son neutros, porque la neutralidad no existe.
P. ¿Se buscará independizar el Consejo de la Judicatura de la Suprema Corte?
R. Esa ha sido una constante exigencia de la academia mexicana y de la oposición. Ojalá cuando esto se discuta sean consecuentes con lo que han dicho durante más de 20 años. Yo creo que es necesaria la separación de la presidencia de la Corte y la presidencia del Consejo.
El País
Zedryk Raziel
Ciudad de México
Miércoles 3 enero 2024.
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