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60 años de la frustrada invasión de Bahía de Cochinos

Bahía de Cochinos. 1961. Milicia cubana examina los restos de un avión derribado por fuego de artillería. Foto: Universal Images Group

Un grupo de cubanos exiliados que protagonizaron el ataque explican por qué fracasó la operación.

Seis décadas después de la fallida invasión de Bahía de Cochinos (1961), los cubanos exiliados protagonistas de aquella operación siguen convencidos de que fracasó por la falta de compromiso e indecisión del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, por los cambios de planes y la falta de cobertura aérea para amparar el desembarco. Defienden con firmeza no exenta de amargura que, de haber triunfado la invasión, se habría evitado una dictadura comunista que se prolonga ya sesenta y dos años en la isla.

El 17 de abril de 1961 se selló el destino actual de Cuba. Ese día tuvo lugar el desastroso desembarco en playa Larga y playa Girón, la segunda, en el punto más meridional de la bahía, de unos 1.500 cubanos entrenados y financiados por Estados Unidos. Todos ellos, algunos jovencísimos, abrigaban la determinación de recuperar la libertad para su patria. El estado de ánimo y la moral eran óptimos. Pero la misión fracasó.

Las claves del desastre de la operación anticastrista se explican por las “reservas” de Kennedy, que maniobró para “ocultar el respaldo de EE. UU. a la invasión”, la falta de cobertura aérea requerida para salvaguardar el desembarco y neutralizar los aviones de combate cubanos. “De haber tenido el control del aire, que nos quitaron, se habría vencido a la dictadura comunista”, dice en Miami Johnny López de la Cruz, de 80 años, presidente de la Brigada de Asalto 2506, el grupo de combatientes cubanos que participó en la operación militar. Retirado con el grado de coronel del Ejército estadounidense, López de la Cruz tacha de “error muy grande” la orden de Kennedy de “ocultar la implicación de EE. UU. en la invasión” y reducir el “apoyo logístico”, además de su continua indecisión, algo que a la postre condujo al “desastre”.

“Lo peor fue cuando nos dimos cuenta de que no teníamos los recursos para continuar la lucha”, dice el cubano, que estaba al mando de una de las compañías de paracaidistas con tan solo 20 años. Cuenta que la misión de su compañía era establecer una cabeza de playa y “bloquear los caminos” que llevaban allí, dejando solo acceso a través de la ciénaga de Zapata, un ecosistema pantanoso e impracticable.

Recuerda con especial satisfacción cómo, a medida que avanzaban, “se sumaba gente” favorable al intento de tumbar el régimen. Estaba previsto que, en el momento de la eventual caída del modelo comunista en la isla, la Brigada 2506 actuase como el “brazo armado” de un gobierno provisional hasta la convocatoria de elecciones libres.

El veterano insiste en lo que, a su juicio, fue la principal causa del fracaso de la invasión: cancelar los bombardeos sobre las bases aéreas militares y no acabar totalmente con la fuerza aérea castrista. “A (Fidel) Castro le quedaban ocho aviones de combate, y los nuestros eran bombarderos B-26 de la II Guerra Mundial”, mermados de armamento y muy vulnerables, sentencia el veterano.

Salvador Miralles, hoy de 86 años, pilotaba con el grado de capitán el primer avión B-27 que bombardeó el 17 de abril las fuerzas del régimen cubano. Su ataque destruyó el barco cañonero Baire, que se hundió parcialmente. Para Miralles, fue un error de consecuencias irreparables que no volaran todos los aviones el primer día de bombardeo, el 15 de abril. Solo ocho de los dieciocho aparatos despegaron desde Nicaragua ese día. Estaban por llegar aún peores noticias.

Al día siguiente, el 16, un alto mando estadounidense convocó a todos los pilotos para comunicarles que se cancelaban los bombardeos de ese día con el argumento de que “querían ver la reacción mundial”. “Ese día me di cuenta, nos dimos cuenta todos, de que aquello estaba perdido. Era una misión suicida. ¿Cómo vas a empezar una guerra un día, pararla al siguiente y seguir al otro?”, gesticula Miralles con indignación en la entrevista mantenida en el Museo Brigada 2506 de Hialeah Gardens.

“Ya Fidel nos estaba esperando. Les dimos la oportunidad de reorganizarse. Kennedy se había echado para atrás y pasó esto”, comenta en referencia al hundimiento de todos los barcos en el desembarco del día 17.

Lo más increíble, dice, es que a unos dieciséis kilómetros de la costa cubana se hallaban desplegados un portaaviones, cinco destructores y un submarino estadounidenses. “Y no hicieron nada”, dice mientras señala las fotos de cuatro pilotos estadounidenses fallecidos en una operación desautorizada. “De haber triunfado habríamos liberado a Cuba, pero Kennedy nos traicionó. Maldito sea mil veces. Nos embarcó y luego quiso hacerse el santo”, acusó el antiguo piloto.

Sin apoyo aéreo ni municiones

Hugo Sueiro, teniente del Ejército cubano, era con 21 años el jefe del Batallón de Infantería número 2, el primero que desembarcó en playa Larga (cercana a playa Girón), a la una de la madrugada del día 17. Amparados en la oscuridad de la noche, su batallón abandonó en lanchas el barco estadounidense Houston (horas después gravemente dañado por un cazabombardero B-26 de Castro) y logró sin ninguna oposición “desembarcar, ocupar la playa y avanzar” con su compañía.

Pero esa misma mañana ya estaba la aviación castrista y su ejército contraatacando. “De acuerdo con las instrucciones recibidas, se suponía que Fidel Castro no iba a tener ya aviones de combate, iban a estar destruidos por nuestros bombarderos”, relata Sueiro, capitán retirado de las Fuerzas Armadas de EE. UU. y herido de gravedad en la guerra de Vietnam. “Los aviones (de Castro) no fueron destruidos por orden del presidente Kennedy. Los dejó libres para hacer ataques. El Gobierno estadounidense paró los bombardeos… y allá ustedes, básicamente”, prosigue recordando con precisión detalles dolorosos.

Cuando se incorporó a la Brigada de Asalto 2506, Óscar Rodríguez tenía 19 años. Un año más tarde, aquel 17 de abril de 1961, era uno de los 181 hombres del batallón que comandaba Sueiro e hizo tierra en playa Larga. Diez o doce días después, tras una dura lucha y huir con otros soldados por el monte, atravesar ciénagas, hambrientos, sin municiones ni apoyo logístico, son apresados por las fuerzas de Castro. “Fue algo desastroso. Nos dejaron tirados. Ni siquiera avisaron (del día de la invasión) al millar o más de hombres que había infiltrados en Cuba”, dice con amargura.
EFE

‘Nueve pilotos cubanos fueron los héroes de aquella jornada’

Dos años llevaba en el poder la Revolución cubana cuando enfrentó el ataque de Bahía de Cochinos, en 1961. En agosto de ese año, Ernesto Che Guevara pronunció su famoso discurso en Punta del Este, durante la Conferencia del Consejo Interamericano, en el que habló de esa operación y las razones que, según él, los llevaron a vencer. Este es un fragmento:

“El día 13 de marzo de 1961, el presidente Kennedy hablaba de la ‘Alianza para el Progreso’. (…) En aquel discurso, que no dudo será memorable, Kennedy hablaba también de que esperaba que los pueblos de Cuba y de la República Dominicana, por los que él manifestaba una gran simpatía, pudieran ingresar al seno de las naciones libres. Al mes se producía Playa Girón. (…) El día 13 de abril el presidente Kennedy, una vez más, tomaba la palabra y afirmaba categóricamente que no invadiría Cuba y que las fuerzas armadas de Estados Unidos no intervendrían nunca en los asuntos internos de Cuba. Dos días después, aviones desconocidos bombardeaban nuestros aeropuertos y reducían a cenizas la mayoría de nuestra fuerza aérea, vetusta, remanente de lo que habían dejado los batistianos en su fuga. El señor Stevenson, en el Consejo de Seguridad, dio enfática seguridad de que eran pilotos cubanos, de nuestra fuerza aérea, ‘descontentos con el régimen de Castro’, los que habían cometido tal hecho y afirmó haber conversado con ellos.

El día 17 de abril se produce la fracasada invasión donde nuestro pueblo entero, compacto y en pie de guerra, demostró una vez más que hay fuerzas mayores que las de la propaganda generalizada, que hay fuerzas mayores que la fuerza brutal de las armas, que hay valores más grandes que los valores del dinero, y se lanzó en tropel por los estrechísimos callejones que conducían al campo de batalla, siendo masacrados en el camino muchos de ellos por la superioridad aérea enemiga. Nueve pilotos cubanos fueron los héroes de aquella jornada, con los viejos aparatos. Dos de ellos rindieron su vida; siete son testigos excepcionales del triunfo de las armas de la libertad. Acabó Playa Girón y, para no decir nada más sobre esto, porque ‘a confesión de parte relevo de pruebas’, señores Delegados, el presidente Kennedy tomó sobre sí la responsabilidad total de la agresión. Quizás en ese momento no recordó las palabras que había pronunciado pocos días antes”.

EFE
Miami, Florida, EU
Lunes 5 de abril de 2021.

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