Opinión

Siempre digo lo que pienso

Jorge Zepeda Patterson

Jorge Zepeda Patterson

El presidente Andrés Manuel López Obrador terminó la conferencia mañanera de este lunes con la canción del grupo Calle 13 “Siempre digo lo que pienso”. La citó y ordenó que se transmitiera el video, a propósito de la pregunta de una periodista sobre las críticas que hizo la ex secretaria Irma Sandoval a su gobierno. El Presidente prefirió abstenerse de comentar lo que dijo su ex colaboradora, pero aseguró que ella tiene todo el derecho de externar su opinión. Mejor que todo mundo diga lo que piensa en lugar de expresarlo en cuchicheos, aseguró. Y fue entonces que AMLO puso como ejemplo la canción del grupo puertorriqueño al que es tan afín.

En realidad, el título de la canción no es más que la versión rapera del refrán “Mi pecho no es bodega” tantas veces citado por el Presidente a lo largo de estos tres años. Una frase temida por sus propios colaboradores, porque con frecuencia es el preámbulo de alguna provocación o de un nuevo e inesperado pleito. Por ejemplo, el que arrancó la semana pasada con la comunidad universitaria sobre el conservadurismo que, a sus ojos, se ha instalado en la UNAM.

Desde luego no siempre dice lo que piensa. Hay ocasiones, muy pocas hay que decirlo, en las que el Presidente prefiere guardarse su opinión. Para no ir más lejos, este mismo lunes lo hizo así con respecto al escándalo que generó la interpelación de la que fue víctima el ex presidente Enrique Peña Nieto al salir de un hotel en Roma. Interrogado sobre el asunto, AMLO prefirió embodegar en su pecho lo que piensa.

Sin embargo, hay que reconocer que por lo general López Obrador suele soltar verdadazos a mayor velocidad de la que pueden procesar la comentocracia y las redes sociales. La frase polémica de hace tres días, sobre la que apenas está tomando posición la opinión pública, con frecuencia resulta envejecida por las revelaciones de las últimas 24 horas. Eso provoca, entre otras cosas, dos fenómenos. Por un lado, la ya muy comentada polarización del ambiente político; el carácter provocador de muchas de estas infidencias presidenciales genera reacciones emocionales que dividen a los mexicanos.

Otro efecto de esa sobreexposición presidencial y su falta de filtros es que hace de López Obrador el tema de conversación obsesivo tanto en medios de comunicación como en círculos privados. Una y otra vez se ha dicho que por salud mental la vida pública tendría que “deslopezobradorizarse”; muchas familias mexicanas han tomado la sana decisión de abstenerse de hablar del Presidente para evitar discusiones incómodas, en ocasiones potencialmente fratricidas. Pero no resulta fácil ignorarlo cuando suelta “bombas” sobre la clase media, el feminismo, la UNAM o el perdón que nos debe la corona española.

Imposible saber exactamente qué motivaciones llevan a López Obrador a considerar que el pecho de un presidente no debe ser bodega. Supongo que una mezcla de factores. Razones políticas en primera instancia, por supuesto: refrendar el apoyo de los sectores populares que sienten que hay un soberano que por fin habla en su nombre; imponer su narrativa a la de sus críticos; “vender” los aciertos y propósitos de su gobierno. En suma, hacer la propaganda política que requiere la difícil tarea de intentar un cambio de régimen pese a los muchos factores de poder en contra. En ese sentido, AMLO está convencido de que su mejor política es hablar, hablar y hablar. Y a juzgar por los niveles de aprobación, al menos desde su perspectiva, tiene razón.

Pero creo que también juegan factores de índole personal. Hay un predicador en el alma del Presidente; un pedagogo obsesionado con la idea de hacer ver a los mexicanos vicios públicos y privados y vías para ser mejores ciudadanos y, en general, seres humanos. Dos horas diarias le resultan pocas para tan formidable tarea.

Aunque quizá habría razones menos edificantes que también operan en esta abrumadora exposición presidencial. López Obrador parecería disfrutar ser el centro de atención de la sociedad mexicana en su conjunto, particularmente entre los factores de poder y las élites que lo subestimaron y lo humillaron durante toda su vida política. Me parece que son ellos los interlocutores que tiene en mente la mayor parte del tiempo que se encuentra frente a un micrófono. “Mi pecho no es bodega” es la frase justificatoria para soltar a la opinión pública una verdad más sobre sus adversarios de siempre. Lo hizo durante 30 años, es cierto, pero ahora lo hace desde la cúspide del poder en una suerte de gratificante reivindicación.

La letra de la canción de Calle 13, “Siempre Digo lo que Pienso”, con la que el Presidente quiso explicarse, en efecto, dice muchas cosas:

Siempre Digo lo que Pienso…

… Lo mío es soltar la lengua y que resbale por la pista

Yo tengo del respeto que no se compra por la plata

Soy un tipo decente sin tener que usar corbata

Rimando con franqueza soy todo un académico

Soy más polémico que Michael Jackson y su médico

Siempre digo lo que pienso

Mis letras groseras son más educadas que tu silencio

… El que me tire a mí tiene que mencionar mi nombre

Y cuando me mencionan rimando estupideces

Los pongo a caminar en falda como los escoceses

Con un buen manejo del vocablo

Rimando hay pocos caballos en el establo

La envidia los bloquea

Tuvo que venir un rockero a darles clases de cómo se rapea.

Siempre digo lo que pienso

Aquí no hay armas yo me la juego inteligente

Siempre digo lo que pienso

Con dos palabras puedo tumbarte un par de dientes

Siempre digo lo que pienso

Cuando quiero decir algo lo digo de frente…

@jorgezepedap

Milenio
Jorge Zepeda Patterson
Ciudad de México/ Puebla
Martes 26 de octubre de 2021.

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