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El inminente Sabino Yano Bretón

Ociel Mora

Sus gestiones hicieron de Puebla parte del catálogo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad

Diletante. Apasionado del ensayo como género político-literario, liberal de 24 horas con estudios en Antropología Social. Líneas de interés: las desigualdades y pobreza, aderezadas con una pizca del papel de los intelectuales en sociedades democráticas.

A partir de la lectura de trabajos que están al alcance de todos, escribí sobre el bicentenario de la declaración de Independencia y el papel de Agustín de Iturbide, ese personaje oscuro que al final de la larga noche de la guerra civil logró el acuerdo entre insurgentes y realistas y se firmó la paz. Lo común en la cultura católica de la época se hizo presente e Iturbide fue puesto a la cabeza del Imperio Mejicano, con el título de Agustín I.

En aquel dilatado proceso Puebla tuvo un papel muy relevante, en específico el obispo Antonio Joaquín Pérez (“hay tiempos para hablar, y tiempos para callar”); un astuto personaje que lo mismo se movía en el alto clero que entre la gran burguesía, que para el caso eran la misma cosa, pero sobre todo movilizaba a la muchedumbre. Antes de subir al trono, en Puebla solía ser alojado en el palacio Episcopal. Según Lucas Alamán, una vez que Iturbide salió al balcón a dirigir unas palabras a la muchedumbre que lo vitoreaba fue cuando de entre la multitud se escucharon vivas a Agustín I.

En esas estaba cuando me entere de la muerte de Sabino Yano Bretón. Uno de los hombres más importantes en la defensa y promoción del patrimonio y la cultura, a quien Puebla y Tlaxcala le deben mucho. No era un hombre culto ni era académico, ni estaba tocado por esa enfermedad que pierde a quienes se mueven en ese mundo de gallineros. Cierto: no tuvo la erudición de un Efraín Castro, pero tuvo la audacia de las relaciones públicas, imprescindibles para la alta promoción cultural.

Era un ganadero hacendado proveniente de dos de las familias de mayor alcurnia de los valles centrales. Como sus padres, abuelos y bisabuelos, vivió de la cría de ganado bravo. No del presupuesto. En su Hacienda Tenexac era visitado por personajes como Carlos Slim, artistas, escritores, gobernadores, académicos, bandoleros, músicos, pero sobre todo por trabajadores campesinos e indígenas vecinos suyos. Nunca perdió el vínculo con la comunidad.

Mucho antes de que los temas ambientales fueran una moda y luego una preocupación muy legítima, Sabino hizo trámites burocráticos muy complicados en el gobierno federal para que su hacienda (y sus tierras) fuera declarada reserva federal. La donó a la nación a cambio de que se protegiere su integridad patrimonial y artística (en los pasillos de la hacienda vi retratos de Porfirio Díaz y del gran Lucas Alamán). Como es común en el mundillo, tuvo sus malquerientes. Por ejemplo, la agrarista Beatriz Paredes nunca le perdonó que fuera quien fuera frente a su familia. Sus señores padres y ella misma fueron vecinos suyos.

La labor editorial más importante de la que se tenga registro hasta ahora, tanto en Puebla y Tlaxcala, se debe a su capacidad de gestión, tanto con especialistas como propietarios y filántropos. Un solo dato de muestra. Gracias a él, por ejemplo, conocemos el primer impreso poblano, sabemos quién lo resguarda y en dónde, su importancia histórica y el valor cultural para entender la orientación de la imprenta en el momento en que fue introducida en Puebla, poco después de haber llegado a la Ciudad de México.

También sabemos el nombre de algunos impresores y cómo se devolvieron entre Puebla y la capital del virreinato. El manuscrito es Sumario de indulgencias y perdones, concedidas a las Cofrades del Santísimo Sacramento visitando la Iglesia donde está instituida la dicha Cofradía, se publicó en 1642. Lo editó Pedro de Quiñones y fue sufragado por Juan de Borja y Gandia, quien era diputado de la Cofradía del Santísimo Sacramento. Don Manuel Ramos Medina anota en la introducción que el manuscrito es uno de los más raros de los que se tenga noticia hasta ahora; se encuentra resguardado en los ricos fondos de impresos poblanos del Centro de Estudios de Historia de México, Condumex. “Es una obra rara y de difícil consulta”. Tengo entendido que la idea de Condumex, una empresa que hace tubos de acero, se debe a Edmundo O´Gorman.

También editó dos de los libros más importantes del barroco poblano, una rareza por las que en Los Sapos se pagan hasta cinco mil pesos, cuando de causalidad aparecen ejemplares. Me refiero a La Capilla del Rosario (Domus Aurea) y Santa María Tonantzintla, ambos trabajos se deben a la autoría del gran especialista Antonio Rubial García, por entonces investigador de la Ibero de la Ciudad de México. Ambos son del año de 1991. Se trata de grandes libros para ver y leer. Académicamente ninguno de ellos ha sido superado con información nueva; en ese sentido siguen siendo precursores. Para entonces la industria editorial no contaba con los avances de ahora. Sin embargo, la impresión y las imágenes, compiten con lo que se hace ahora. No se escatimó en la impresión.

Sin embargo, me parece que su aportación más importante tiene que ver con las gestiones ante la UNESCO para la inscripción del Centro Histórico de Puebla en la lista de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, lo que se consiguió en 1987. Contó con el apoyo decidido del historiador Enrique Florescano, entonces director del INAH, y más específicamente de Sonia Lombardo, con quien hizo las gestiones en Francia, en donde reside las oficinas generales de la UNESCO, entonces encabezado por Miguel León-Portilla, en su calidad de embajador de México ante el organismo internacional. Pero más que las gestiones institucionales, la obra mayor fue la preparación de los expedientes técnicos, una tarea que no es sencilla ni fácil.

Durante los años calientes de la repartición cardenista, la hacienda fue tomada por un grupo de agrarista. Entonces la familia Yano Bretón salió y se fue a vivir a Oaxaca. Tlaxcala fue desde la colonia región de grandes haciendas, como lo ha demostrado Rancaño. Doña Paz, la señora, no estaba contenta con la determinación del marido, don Sabino. Una vez ella dijo que tenía que regresar a Tlaxcala por razones familiares. En Tlaxcala, mejor dicho, en Huamantla, consiguió un caballo, y una noche sola salió rumbo a la hacienda, pistola en mano. Algunos campesinos la reconocieron y respetuosos le abrieron camino; con el paso de los días le invitaban de comer. Fue como la hacienda regreso a la familia. Con Beatriz Paredes de gobernadora de Tlaxcala, Sabino se adelantó y repartió entre campesinos parte de la hacienda.

En el año de 1992, Puebla fue la entidad que mayor número de actividades académicas organizó con motivo de los 500 años del Descubrimiento. No era la celebración del encuentro o invasión, era la reflexión de especialistas acerca del acontecimiento; para lo cual el gobierno creo una oficina especial, al frente de la cual estuvo el buen Sabo. En fin, ¡esta puta enfermedad no da tregua! Buen camino al más humano de los humanos.

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Ociel Mora
Puebla, México
Lunes 27 de septiembre de 2021.

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